A medida que el mundo sigue afrontando los efectos de la pandemia de COVID-19, ha surgido una preocupación inesperada para muchos pacientes en recuperación: la caída del cabello. Preguntas como «¿puede la COVID provocar la caída del cabello?» se han hecho cada vez más frecuentes, arrojando luz sobre una afección que no es sólo una cuestión de estética, sino también de bienestar emocional y psicológico. De hecho, los vínculos entre la COVID-19, sus vacunas y la consiguiente caída del cabello son temas que exigen atención por sus amplias implicaciones y la angustia que causan entre los afectados.
El objetivo de este artículo es diseccionar la intrincada relación entre COVID-19 y la caída del cabello, centrándose principalmente en una afección conocida como efluvio telógeno, una forma de caída temporal del cabello. Exploraremos cómo el COVID-19 desencadena esta afección, los factores de riesgo que pueden predisponer a las personas a experimentar pérdida de cabello tras una infección o vacunación con COVID, y si dicha pérdida de cabello significa una consecuencia a largo plazo del virus. Además, el debate se extenderá a la duración de la caída del cabello asociada al COVID-19, los tratamientos disponibles y cuándo puede ser necesario consultar a un dermatólogo. Al proporcionar una visión general completa, nuestro objetivo es armar a los lectores con conocimientos y estrategias para manejar esta inquietante pero manejable secuela de COVID-19.
¿Qué es el efluvio telógeno?
El efluvio telógeno es una forma común de pérdida de cabello caracterizada por la caída difusa y no cicatricial del cabello. Afecta principalmente al cuero cabelludo y suele desencadenarse por factores estresantes o cambios corporales importantes. Se trata de un cambio anormal en el ciclo de crecimiento del cabello, que hace que un número excesivo de cabellos entre prematuramente en la fase de reposo, conocida como fase telógena.
Ciclo de crecimiento del cabello y efluvio telógeno
Un folículo piloso típico pasa por tres fases: la fase de crecimiento (anágena), la fase de transición (catágena) y la fase de reposo (telógena). En condiciones normales, alrededor del 90% del cabello se encuentra en la fase anágena, que puede durar de dos a cinco años, lo que permite que el cabello crezca continuamente. La fase catágena dura entre dos y tres semanas, durante las cuales el folículo piloso se encoge y el crecimiento del pelo se ralentiza. Por último, durante la fase telógena, que dura entre tres y cinco meses, el pelo descansa.
En el efluvio telógeno, un factor estresante importante, como una enfermedad, cambios hormonales o estrés emocional, puede hacer que los folículos pilosos salgan de la fase anágena demasiado pronto y entren en la fase telógena. En consecuencia, se produce un aumento de la caída del cabello, que suele observarse entre dos y tres meses después del factor estresante inicial.
Tipos de efluvio telógeno
Existen dos tipos principales de efluvio telógeno: agudo y crónico. El efluvio telógeno agudo es temporal y suele resolverse en seis meses; la caída del cabello se produce de forma abrupta dos o tres meses después del factor estresante. En cambio, el efluvio telógeno crónico persiste durante más de seis meses y puede no tener un desencadenante claramente identificable. Esta forma puede causar un adelgazamiento más generalizado y suele ser más angustiosa para el individuo.
Causas y desencadenantes
Hay varios factores que pueden desencadenar el efluvio telógeno, como el estrés fisiológico provocado por una intervención quirúrgica o una enfermedad grave, el estrés emocional, las deficiencias nutricionales y determinados medicamentos. Entre los fármacos comúnmente implicados se encuentran los betabloqueantes, los retinoides y algunos tipos de antidepresivos. Además, los cambios hormonales durante el posparto o los desequilibrios tiroideos también pueden precipitar este trastorno.
Repercusiones en el bienestar
Aunque el efluvio telógeno afecta principalmente al cabello y no se asocia a consecuencias graves para la salud física, puede repercutir significativamente en el bienestar psicológico y social de una persona. La aparición repentina de la caída del cabello puede provocar estrés, ansiedad y depresión, lo que agrava aún más la afección.
Comprender el efluvio telógeno implica reconocer la interacción entre los factores fisiológicos y el bienestar emocional. Identificando las causas subyacentes y controlando el estrés, las personas pueden tratar eficazmente los síntomas y, a menudo, revertir la caída del cabello. Es esencial que quienes experimenten síntomas persistentes o graves consulten con un profesional sanitario, que puede orientarles sobre los tratamientos e intervenciones adecuados.
La relación entre COVID-19 y el efluvio telógeno
El efluvio telógeno (ET) ha surgido como una consecuencia notable de la pandemia de COVID-19, ya que el virus ha desencadenado casos más frecuentes de esta afección debido al aumento del uso de medicamentos y al estrés. El estrés asociado a la pandemia, ya sea debido a la propia enfermedad o al impacto psicológico de la situación, desempeña un papel importante en la aparición de los ET. Es importante comprender que el paso de la fase anágena (crecimiento) a la fase telógena (reposo) en los folículos pilosos suele verse acelerado por el estrés fisiológico y psicológico impuesto por la COVID-19.
Inicio retardado
El inicio de la caída del cabello, en concreto de la ET, tras una infección por COVID-19 suele manifestarse varias semanas después de los síntomas iniciales del virus. Las investigaciones indican que la duración media desde el inicio de los síntomas de COVID-19 hasta la aparición de TE aguda es de aproximadamente 74 días, lo que es notablemente más temprano que la TE aguda clásica que generalmente sigue a otros tipos de enfermedades o factores de estrés. Este inicio más temprano sugiere una interacción única entre los factores estresantes relacionados con la COVID-19 y el ciclo de crecimiento del cabello.
Impacto del estrés
Los efectos mentales y psicológicos de la pandemia son profundos, exacerbando el estrés experimentado en momentos sin precedentes. Este estrés exacerbado puede provocar un aumento del número de folículos pilosos que entran prematuramente en la fase telógena. En particular, los estudios han demostrado que un porcentaje significativo de pacientes comienza a desarrollar síntomas relacionados con el cabello en el primer mes del diagnóstico de COVID-19, y un número considerable continúa experimentando síntomas después de 12 semanas. La relación entre el estrés y los cambios del ciclo capilar es tan impactante que ha llevado a la conceptualización del «eje cerebro-foliclio piloso», en el que neuropéptidos y hormonas específicos liberados debido al estrés pueden favorecer el cambio del cabello de la fase de crecimiento a la fase de caída.
Comprender la relación entre el COVID-19 y el efluvio telógeno es crucial para abordar esta afección con eficacia.
Reconocer los factores desencadenantes y controlar el estrés puede ayudar a mitigar la gravedad de la caída del cabello y contribuir al proceso de recuperación. Para las personas que experimentan una caída del cabello persistente o grave, es aconsejable consultar con un profesional sanitario para explorar posibles tratamientos e intervenciones adaptados a sus necesidades específicas.
Factores de riesgo de la caída del cabello por COVID-19
Comprender los factores de riesgo de la caída del cabello relacionada con la COVID-19 es crucial para abordar y tratar esta afección de forma eficaz. Se han identificado varios factores que pueden aumentar la probabilidad de sufrir caída del cabello tras una infección por COVID-19. Entre ellos se incluyen las diferencias de género y las deficiencias nutricionales. Entre ellos se incluyen las diferencias de género, las deficiencias nutricionales y el estado del sistema inmunitario.
Género
Las investigaciones indican que las mujeres son más susceptibles a la caída del cabello relacionada con COVID-19 que los hombres. Los estudios han demostrado que un porcentaje significativo de mujeres infectadas por COVID-19 experimentan caída del cabello. Esta disparidad puede deberse a varios factores, incluidas las diferencias hormonales y el hecho de que las mujeres son más propensas a notar y notificar la caída del cabello debido a la mayor longitud del mismo. Además, las mujeres a menudo se enfrentan a factores de estrés únicos, como el parto y la lactancia, que pueden exacerbar el riesgo de efluvio telógeno, el término médico para el tipo de pérdida de cabello asociada con COVID-19.
Deficiencias nutricionales
El estado nutricional desempeña un papel fundamental en la salud del cabello, y las deficiencias de nutrientes clave pueden precipitar su caída. Las personas que han padecido COVID-19 pueden experimentar deficiencias nutricionales debido a una disminución del apetito, una enfermedad prolongada o un aumento de las necesidades nutricionales durante la recuperación. Algunos nutrientes específicos que son cruciales para el crecimiento del cabello son el hierro, la biotina y la vitamina D. Una ingesta inadecuada de estos nutrientes puede debilitar los folículos pilosos y aumentar la caída del cabello. Es importante que las personas que se recuperan de COVID-19 se aseguren de seguir una dieta equilibrada que favorezca la salud capilar, complementada potencialmente con las vitaminas recomendadas por los profesionales sanitarios.
Sistema inmunitario debilitado
Las personas con un sistema inmunitario debilitado corren un mayor riesgo de sufrir infecciones graves y pueden experimentar síntomas y complicaciones más pronunciados, incluida la caída del cabello. El sistema inmunitario desempeña un papel vital en la regulación del ciclo de crecimiento del cabello, y las alteraciones causadas por COVID-19 pueden provocar efluvio telógeno. En el caso de las personas inmunodeprimidas, es crucial mantener medidas de protección sólidas contra la COVID-19. Esto incluye el cumplimiento de las recomendaciones de vacunación. Esto incluye el cumplimiento de las vacunas recomendadas y la práctica de precauciones reforzadas durante los periodos de alta transmisión para minimizar el riesgo de infección y sus efectos posteriores, como la caída del cabello.
Al reconocer estos factores de riesgo, las personas pueden tomar medidas proactivas para mitigar el impacto de COVID-19 en su salud capilar. La consulta con profesionales de la salud puede proporcionar orientación adicional sobre estrategias eficaces adaptadas a las necesidades y circunstancias individuales.
¿Es permanente la caída del cabello por COVID-19?
Meses después de recuperarse de COVID-19, muchas personas informan que experimentan una caída significativa del cabello, a menudo descrita como cabello que cae en grandes mechones. Este fenómeno, principalmente relacionado con el estrés de la enfermedad o la fiebre asociada con COVID-19, se conoce como efluvio telógeno. Es crucial entender que esta condición no conduce a la pérdida permanente del cabello, sino más bien una fase temporal de aumento de la caída del cabello.
El efluvio telógeno se produce cuando un número de cabellos superior al normal entra simultáneamente en la fase telógena, o de reposo, del ciclo de crecimiento del cabello. Normalmente, este cambio lo desencadena la respuesta del organismo al estrés, ya sea por fiebre, enfermedad o angustia emocional, como la causada por la pandemia. La caída del cabello suele ser perceptible entre dos y tres meses después del factor estresante inicial y puede durar entre seis y nueve meses. Durante este periodo, las personas pueden observar cómo se desprenden puñados de pelo al ducharse o cepillarse el cabello.
Es importante señalar que el efluvio telógeno no implica la pérdida de folículos pilosos. Los folículos permanecen intactos, y el crecimiento del cabello se reanuda una vez que el cuerpo se recupera del estrés.
La fase de recuperación se caracteriza por el recrecimiento del cabello, en el que comienzan a crecer nuevas hebras que suelen recuperar su volumen normal entre seis y nueve meses después de que cese la caída. Los pacientes pueden notar que les crecen pelos cortos a lo largo de la línea del cabello, todos aproximadamente de la misma longitud, lo que indica un nuevo crecimiento.
En los casos en los que el desencadenante es el estrés emocional, se producen patrones similares de caída y crecimiento del cabello. La caída del cabello comienza unos dos o tres meses después de la aparición del estrés, lo que subraya el impacto de los factores psicológicos en la salud física, incluido el estado del cabello.
Aunque la mayoría de los casos de efluvio telógeno se resuelven en unos pocos meses, un pequeño porcentaje de pacientes puede experimentar efluvio telógeno crónico, en el que la caída del cabello persiste más de seis meses. Esta afección puede durar desde unos pocos meses hasta un par de años, aunque normalmente no provoca una calvicie completa, ya que la proporción de cabellos en reposo no supera el 50% del total del cuero cabelludo. En tales casos, puede emplearse un tratamiento médico para controlar los síntomas, aunque el consejo principal sigue siendo el cuidado de apoyo y la paciencia.
En resumen, aunque la pérdida de cabello relacionada con la COVID-19 puede ser angustiosa, generalmente no es permanente. Comprender la naturaleza del efluvio telógeno y reconocer el plazo típico de recuperación puede ayudar a aliviar las preocupaciones y guiar a las personas a través del proceso de recuperación de la condición normal de su cabello. En el caso de las personas que experimentan una caída del cabello prolongada o grave, se recomienda consultar a un dermatólogo para explorar posibles tratamientos y garantizar el tratamiento adecuado de la afección.
¿Cuánto dura la caída del cabello por COVID-19?
La duración de la caída del cabello tras una infección por COVID-19 puede variar significativamente de una persona a otra, pero en general sigue un calendario predecible basado en la naturaleza del efluvio telógeno. Según las investigaciones, el inicio de la caída del cabello tiende a producirse algo antes en los pacientes con COVID-19 que en los que experimentan efluvio telógeno debido a otras causas. Normalmente, la caída comienza unos dos meses después del factor estresante inicial, como una fiebre o una enfermedad grave asociada a COVID-19, en lugar de los tres meses habituales.
La mayoría de los casos de efluvio telógeno relacionados con el COVID-19 se resuelven en un plazo de tres a seis meses.
Este periodo permite la caída de los cabellos que fueron empujados prematuramente a la fase telógena durante el estrés agudo de la enfermedad. Una vez concluida esta fase, los folículos pilosos permanecen intactos, lo que es crucial, ya que significa que el pelo puede volver a crecer y lo hará. La recuperación se caracteriza por el retorno gradual de la densidad capilar, ya que el cabello nuevo crece a un ritmo medio de aproximadamente un centímetro al mes. Sin embargo, para las personas con el pelo más largo, pueden pasar más de dos años hasta que el cabello recupere su longitud original y la coleta vuelva a tener volumen.
En una minoría de casos, concretamente menos del 10%, los individuos pueden experimentar efluvio telógeno crónico. Esta afección puede persistir durante meses o incluso años y se caracteriza por periodos prolongados de caída del cabello sin un desencadenante identificable. El efluvio telógeno crónico es especialmente difícil de controlar y a menudo requiere intervención médica para tratar los síntomas con eficacia.
Para quienes experimentan los efectos prolongados del efluvio telógeno después de la COVID-19, también es importante tener en cuenta el impacto de la COVID prolongada. El estrés corporal continuo y la recuperación de los síntomas prolongados pueden exacerbar la caída del cabello. En estos casos, aunque la pérdida de cabello puede ser más persistente, es importante tener en cuenta que la pérdida total no suele superar el 50% del cabello del cuero cabelludo, lo que garantiza que la calvicie total es poco probable.
En general, aunque la caída del cabello puede ser angustiosa, comprender que se trata de una afección temporal y reversible puede tranquilizar. Se recomienda a las personas que consulten a profesionales sanitarios si la caída del cabello persiste o si tienen dudas sobre su recuperación, ya que pueden ser necesarios tratamientos e intervenciones personalizados para favorecer el proceso de crecimiento y tratar cualquier problema de salud subyacente.
Cómo controlar la caída del cabello relacionada con el estrés
Paciencia
Para controlar la caída del cabello de forma eficaz, hay que entender que el tratamiento de afecciones como la caída inducida por el estrés requiere tiempo y paciencia. Como suelen asegurar los profesionales de la salud, la caída del cabello relacionada con el estrés, en particular el efluvio telógeno, es una afección autolimitada. Esto significa que, aunque la caída del cabello pueda parecer grave, suele ser temporal y reversible.
Las personas que experimentan este tipo de pérdida de cabello deben controlar su evolución y mantener una actitud positiva, sabiendo que la recuperación no sólo es posible, sino esperada.
Controlar los niveles de estrés
Para abordar y revertir potencialmente la caída del cabello relacionada con el estrés, es crucial aplicar técnicas eficaces de gestión del estrés. He aquí varias estrategias que han demostrado ser beneficiosas:
- Patrones de sueño regulares: Es fundamental dormir entre siete y nueve horas por noche. El sueño desempeña un papel fundamental en la salud física y el bienestar emocional, y afecta a la forma de gestionar el estrés.
- Yoga y meditación: Estas prácticas son muy eficaces para reducir el estrés. Practicar yoga a través de clases o plataformas en línea puede ofrecer alivio tanto físico como mental. Del mismo modo, la meditación, incluidas las sesiones guiadas disponibles en plataformas como YouTube, ayuda a centrar la mente y reducir los niveles de estrés.
- Ejercicios de respiración profunda: Técnicas como la respiración en caja, la respiración con fosas nasales alternas y el método 4-7-8 son formas accesibles de controlar el estrés a diario. Estos ejercicios ayudan a concentrar la mente y calmar el cuerpo.
- Escribir un diario: Escribir los pensamientos y sentimientos puede calmar la mente y reducir el estrés de forma significativa. Ya sea a través de un diario tradicional o de medios digitales, llevar un diario sirve como salida terapéutica para la liberación emocional.
- Pasar tiempo al aire libre: El contacto con la naturaleza puede ser increíblemente relajante y actúa como un aliviador natural del estrés. Actividades como caminar, hacer ejercicio o meditar al aire libre pueden potenciar este efecto.
- Ayuda profesional: Para quienes se enfrentan a un estrés abrumador, consultar a un terapeuta licenciado o a un consejero de salud mental puede ser muy valioso. Estos profesionales pueden proporcionar asesoramiento personalizado y estrategias de afrontamiento para gestionar el estrés de forma eficaz.
- Crear un entorno positivo: Especialmente para quienes trabajan desde casa, es importante establecer un espacio de trabajo que fomente el bienestar. Cambios sencillos como organizar el espacio, incorporar aromas agradables o ajustar la iluminación pueden marcar una diferencia significativa.
- Ejercicios de tensión y relajación muscular: Aprender a reconocer la tensión corporal y practicar la relajación muscular puede ayudar a controlar los síntomas físicos del estrés. Esta técnica consiste en tensar y relajar diferentes grupos musculares, lo que también puede ayudar a dormir mejor.
Al integrar estas técnicas de gestión del estrés en la rutina diaria, las personas no sólo pueden hacer frente a la caída del cabello, sino también mejorar su calidad de vida en general. Es esencial recordar que reducir el estrés no sólo consiste en prevenir la caída del cabello, sino también en fomentar un estilo de vida más sano y equilibrado.
Tratamientos médicos y complementarios para la caída del cabello COVID-19
Medicamentos
El uso de Minoxidil destaca como un tratamiento fundamental para tratar la caída del cabello relacionada con la COVID-19, especialmente para patrones como la alopecia androgenética. Aumenta el flujo sanguíneo en el cuero cabelludo y hace que los folículos pilosos pasen de una fase de reposo a una de crecimiento activo. Se recomienda que las mujeres utilicen una solución de Minoxidil al 2%, mientras que los hombres pueden beneficiarse de una solución al 5%. Este medicamento no sólo trata la alopecia areata y el efluvio telógeno prolongado, sino que también disminuye el riesgo de que la afección se cronifique y provoque una caída permanente del cabello.
Además, los sueros para el tratamiento del crecimiento del cabello enriquecidos con ingredientes activos como el aceite de hoja de romero, la raíz de Panax ginseng y el extracto de baya de Saw palmetto proporcionan una solución tópica para estimular el crecimiento del cabello. Estos ingredientes actúan de forma sinérgica para reforzar la circulación, reducir la miniaturización de los folículos y prevenir los efectos hormonales en los ciclos de crecimiento del cabello.
Suplementos
La suplementación nutricional desempeña un papel crucial en la mitigación de la caída del cabello tras el AVC-19. Se han identificado vitaminas y minerales esenciales para favorecer la salud y el crecimiento del cabello. La vitamina D, conocida por su papel en la modulación de la proliferación de los queratinocitos y el ciclo de crecimiento del cabello, es fundamental, especialmente cuando se detectan niveles séricos bajos. Del mismo modo, la vitamina E es un potente antioxidante que favorece el crecimiento del cabello al reducir el estrés oxidativo en los folículos pilosos.
El hierro y el zinc son minerales vitales; se recomienda su suplementación cuando se detectan carencias. El hierro contribuye al crecimiento del cabello al mejorar el aporte de oxígeno al cuero cabelludo, y el zinc es crucial para la recuperación del folículo piloso. La administración de suplementos orales de estos minerales puede beneficiar significativamente a las personas con pérdida de cabello después de la COVID-19, en particular cuando sus niveles séricos están por debajo de los umbrales recomendados.
Los nutracéuticos de origen marino, que contienen elementos como colágeno marino hidrolizado y polvo de tiburón, han demostrado resultados prometedores en la mejora del crecimiento del cabello y la reducción de su caída. Estos suplementos actúan aportando sustancias bioactivas que favorecen la salud capilar, aunque aún se están estudiando sus mecanismos de acción exactos.
La incorporación de un enfoque holístico que incluya tanto medicamentos como suplementos puede mejorar significativamente los resultados para las personas que experimentan pérdida de cabello debido a la COVID-19.
Cuándo consultar a un dermatólogo
Si las personas notan que la caída del cabello va más allá de los síntomas típicos del efluvio telógeno, como la caída excesiva sin otras afecciones del cuero cabelludo, puede ser el momento de consultar a un dermatólogo. Los indicadores clave que justifican una evaluación profesional incluyen la presencia de una erupción cutánea, picor en el cuero cabelludo o sensación de quemazón, que podrían sugerir afecciones distintas del efluvio telógeno.
Los dermatólogos son expertos en la caída del cabello y pueden realizar una evaluación exhaustiva para determinar las causas subyacentes. Si la caída del cabello se produce antes de los tres meses típicos que siguen a un acontecimiento desencadenante como una infección por COVID-19 -a veces tan pronto como a los dos meses- es aconsejable buscar el asesoramiento de un experto. Además, si la recuperación no se produce en el plazo previsto de tres a seis meses, o si la caída del cabello afecta significativamente al bienestar emocional, es fundamental consultar a un dermatólogo.
En los casos en que la caída del cabello persiste más allá de los seis meses, lo que se conoce como efluvio telógeno crónico, la intervención de un dermatólogo es aún más crítica. Esta fase prolongada de caída del cabello puede requerir tratamiento médico para controlar los síntomas de forma eficaz. Es importante que los pacientes comprendan que, aunque la afección es angustiosa, la proporción de cabello en la fase telógena no suele superar el 50%, por lo que es poco probable que se produzca una calvicie total.
Se anima a los pacientes a participar activamente en el seguimiento de su estado. Herramientas como la prueba del cepillo de 60 segundos, en la que se recogen y cuentan los cabellos después del cepillado, pueden ser útiles para realizar un seguimiento de la caída a lo largo del tiempo. Este autocontrol puede ser una parte valiosa de la gestión de la enfermedad, junto con el asesoramiento médico profesional.
Los dermatólogos también pueden abordar el impacto psicológico de la caída del cabello, tranquilizando y proporcionando estrategias para controlar el estrés, que a menudo contribuye significativamente a la caída del cabello. Al comprender las necesidades y preocupaciones específicas de sus pacientes, los dermatólogos desempeñan un papel fundamental en la recuperación y el tratamiento de la caída del cabello tras el AVC-19.
Conclusión
Navegando a través de las complejidades de la pérdida de cabello relacionada con la COVID-19 con comprensión y cuidado, hemos descubierto que aunque el efluvio telógeno puede ser un síntoma angustioso, generalmente es temporal y manejable con el enfoque adecuado. El camino desde el reconocimiento de los primeros signos de caída del cabello hasta la plena aceptación del proceso de recrecimiento es un camino de paciencia, resistencia y acción informada. Es esencial recordar que, aunque la experiencia de perder el cabello puede ser profundamente emocional, existe una comunidad de profesionales médicos dispuestos a apoyarle y guiarle durante la recuperación. Consultar a profesionales de la salud puede ofrecer tranquilidad y claridad, garantizando que cada paso hacia la recuperación de la salud capilar se dé con confianza.
Entre la comprensión de los entresijos del efluvio telógeno y la adopción de estrategias para el control del estrés y el tratamiento médico, no se puede exagerar la importancia de buscar el asesoramiento de expertos. Tanto si acaba de empezar a notar el debilitamiento del cabello como si se encuentra en medio de un proceso de efluvio telógeno crónico, la atención personalizada de especialistas puede marcar una diferencia significativa: Obtenga un análisis capilar y un presupuesto gratuitos. Nuestros expertos evaluarán su estado de pérdida de cabello y le proporcionarán un plan detallado adaptado a sus necesidades, dotándole de los conocimientos y las herramientas necesarias para que vuelva a crecer. En este viaje, la combinación de orientación profesional y resistencia personal ilumina el camino hacia la restauración, recordándonos que aunque el reto de la caída del cabello es profundo, la posibilidad de recuperación y renovación está firmemente al alcance de la mano.
Preguntas frecuentes
¿Cuáles son las características de la pérdida de cabello debida a COVID-19?
La pérdida de cabello relacionada con la COVID-19 se manifiesta típicamente como efluvio telógeno (ET), que es una pérdida de cabello difusa y sin cicatrices que afecta a menos de la mitad del cabello del cuero cabelludo. Esta afección suele aparecer 2-3 meses después de un acontecimiento estresante, como una enfermedad grave, y puede resolverse por sí sola. Sin embargo, si persiste durante más de seis meses, se considera crónica. Las personas que sufren este tipo de caída del cabello suelen sentirse ansiosas y preocupadas por su estado.
¿Qué tratamientos están disponibles para la pérdida de cabello después de recuperarse de COVID-19?
La pérdida de cabello después de COVID-19 generalmente muestra signos de mejoría gradual con el tiempo. Durante esta fase de recuperación, la aplicación de minoxidil tópico puede ser beneficiosa. Se sabe que el minoxidil promueve el crecimiento del cabello y ayuda a mantener su densidad.
¿Puede ser permanente la caída del cabello tras COVID-19?
La mayoría de los casos de pérdida de cabello tras la infección por COVID-19 son potencialmente reversibles y pueden no requerir un tratamiento específico. Sin embargo, un pequeño porcentaje de pacientes puede experimentar una caída permanente del cabello, cuyas causas subyacentes aún no se conocen del todo.
¿Qué deficiencias vitamínicas están relacionadas con la caída del cabello?
La caída del cabello puede estar asociada a deficiencias de varias vitaminas específicas, como la riboflavina (vitamina B2), la biotina, el folato y la vitamina B12. La riboflavina es crucial, ya que forma parte de coenzimas esenciales que desempeñan funciones importantes en los procesos celulares. Las deficiencias de estas vitaminas pueden provocar la caída del cabello, lo que subraya la importancia de mantener unos niveles adecuados a través de la dieta o de suplementos.